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Con celo. Es el presupuesto, la base y la consecuencia de la identidad realizada en santidad. El sacerdote tiene que sentir la divina impaciencia, la santa inquietud, el ímpetu del Espíritu que le impulsa a ir, a predicar, a evangelizar, a salvar a las almas hasta caer rendido por el esfuerzo y la fa– tiga, hasta quemar su vida y desgastarse por los hermanos. Es un compromiso que brota del amor apasionado a Cristo y de la gratitud por haber sido elegido pregonero y heraldo del Evangelio. El sacerdote celoso está totalmente disponi– ble para cumplir su misión orgulloso de poder quemarse, desgastarse y complicarse la vida por Cristo: «El celo, efectivamente, no es má~ que la profunda gra– titud por el don, que se expresa en toda la vida y en el pro– pio comportamiento. ¡Sed fervorosos! ¡No os concedáis re– poso en el celo! La verdad interior de vuestro sacerdocio ministerial se irradie sobre los otros, en particular sobre los jóvenes, de modo que también ellos sigan vuestras hue– llas» 23 • En estos momentos magníficos y difíciles -¡qué difí– ciles!, anota Juan Pablo H-, el sacerdote contempla los in– mensos campos de labor con las mieses maduras para la siega y oye voces innumerables y doloridas que lo llaman con apremio: 84 - los niños indefensos que tienen derecho a la vida y no verán la luz de este mundo por el «abominable cri– men» del aborto; - los niños hambrientos y abandonados que no conoce– rán a sus padres, víctimas del egoísmo y de las «es– tructuras de pecado»; - la delincuencia juvenil, que presenta caracteres rayanos en tragedia, con fenómenos tan turbadores como la droga, el atraco a mano armada, el abandono del hogar, las violaciones, el resentimiento contra la familia y la sociedad; - la promoción verdaderamente «humana» del hombre y, como consecuencia, la defensa de los derechos hu– manos; - la evangélica y obligada dedicación preferente a los marginados sociales, a los enfermos, a los pobres, a 23 Sacerdotes de Cristo y de la Iglesia p.227.