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lio registra la llamada de los apóstoles: 'Y designó a doce para que le acompañaran y para enviarlos a predicar' (Me 3,14). Los dos aspectos de la vocación apostólica puede parecer que se excluyen mutuamente, pero no es así. Jesús quiere de nosotros tanto que estemos con El como que salgamos a predicar. Estamos destinados tanto a ser sus compañeros como a ser infatigables após– toles» 17 • No se trata de un programa de acción voluntario. Es un «destino», querido expresamente por Cristo como razón de ser de la vocación. Lo vuelve a confirmar el papa Juan Pa– blo II en Terni: «Vosotros, queridos sacerdotes, en virtud de vuestro mismo ministerio, estáis obligados a vivir en medio de los hombres, a conocer como buenos pastores a las propias ovejas, a tratar de atraer también a las que no son de este redil, a fin de que también ellas oigan la voz de Cristo» 18 • El Papa no se cansa de insistir en el compromiso de fide– lidad -que ha de renovarse cada día- en el «empeño evangelizador». Recurre a todos los resortes del senti– miento, de la concurrencia y del tono de voz para persuadir y para estimular. Es un pensamiento que lleva «muy dentro del corazón»: «El sacerdote, he dicho hace poco, citando la carta a los Hebreos, está tomado del pueblo y constituido en fa– vor del pueblo (Heb 5,1). Debéis estar, pues, cercanos al pueblo, viviendo intensamente sus problemas cotidianos, especialmente cuando el pueblo sufre y se encuentra en situaciones difíciles... » 19 Entre las cualidades que elogia Juan Pablo II en el clero de Bérgamo es que se trata de «un clero selecto y celoso, un clero bueno, fiel y siempre cercano a su gente» 20 • 17 Unión con Dios y afanes pastorales. Al Episcopado filipino y a otros obis~os de Asia, en Villa S. Miguel, de Manila (17/II/1981), p.51. 1 En Temí p.98. 19 En Norcia (Umbría) p.102. 20 Las exigencias de la vocación y su fecundidad apostólica. A los sacer– dotes, religiosos y seminaristas de Bérgamo (26/IV/1981 ), p.141. 81

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