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Con autenticidad. Lo cual significa sinceridad y respon– sabilidad ante Dios, ante la propia conciencia y ante los hombres, que gozan de un sentido especial para detectar lo verdadero y distinguirlo de lo inauténtico y forzado. La autenticidad significa: «Aceptar vuestra condición de sacerdotes para siem– pre y sin reservas, una condición con la que habéis so– ñado cuando erais jóvenes, a la que os habéis preparado con amor y habéis abrazado con entusiasmo el día en que el obispo y el presbyterium os impusieron las manos» 15 . Con intensidad. Que quiere decir entrega apasionada, leal y entusiasta a la vocación, de modo que la vida sacerdo– tal tenga vitalidad, dinamismo, capacidad de quemarse por el prójimo: «Intensidad no es otra cosa sino el fervor espiritual con que debéis vivir vuestra vocación ante aquellos y aquellas de quienes sois pastores... Es necesario recordá– roslo: la vitalidad y dinamismo apostólicos, la capacidad de entrega y la eficacia de estas comunidades y agrupa– ciones dependen en gran parte del valor humano y evan– gélico de que dé testimonio vuestra vida sacerdotal» 16 • Con fidelidad. Podríamos definirla como una situación permanente de escucha, de consulta y de plegaria al buen Padre Dios, que ha predestinado y elegido al sacerdote para «conformarlo» a imagen de Cristo, el Señor. Una apertura dinámica y gozosa al «plan de Cristo» para captar, aceptar y realizar el proyecto de vida sacerdotal con una disponibili– dad total, con un esfuerzo constante, con una dedicación plena. Esto supone tener ideas claras sobre la identidad de la propia existencia sacerdotal según la expresa voluntad de Cristo, que es quien fija el estatuto, las funciones y la mi– sión. Si el sacerdote es un hombre «para» los hombres, tiene que entregarse en cuerpo y alma a la misión de evan– gelizar, elemento integral sustantivo de su ser de sacerdote. Sólo así será fiel al mandato: «En vuestro esfuerzo por realizar vuestro cometido pastoral, sé que recordáis las palabras con que el Evange- 15 El sacerdote, ministro de Dios. A los consiliarios de Organizaciones Católicas Internacionales (13/XII/1979), p.469. 16 Ibid. 80

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