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Con fe. Con un formidable sentido de fe. Con una fe ar– diente que alumbra, penetra y calienta, porque da llamarada y se convierte en brasa y fuego. Con una fe serena, pero ro– busta, que traslada montes y resiste todos los embates. Juan Pablo declara, con experiencia y realismo, que no es tarea fácil: «No ignoro todo aquello que puede desanimar y quizás desmoronar a ciertos sacerdotes de hoy. Nume– rosos análisis y testimonios insisten en estas dificultades reales, que, aunque esta tarde no las enumere, tengo muy presentes en mi espíritu --en particular la escasez de vocaciones-. Y, sin embargo, os digo: estad contentos y orgullosos de ser sacerdotes» 4 . Esta fe despliega gozosamente las alas de la esperanza en la Providencia que no falla jamás: «La Iglesia no podrá nunca carecer de sacerdotes santos. Y esto tanto en situaciones de madurez religiosa, en que el pueblo asume con fidelidad sus compromisos de vida cristiana y de apostolado, corno cuando se des– cristianiza. En el primer caso tienen 'más' necesidad dé sacerdotes que sean plenamente sacerdotes, precisamente para la vitalidad de su vida cristiana. Y cuando falta la fe, tienen 'más' necesidad de sacerdotes que estén 'plena– mente dedicados a dar testimonio de la plenitud del mis– terio de Cristo'» 5 • Las «pruebas» de tipo personal y ambiental deben ser desafiadas y vencidas desde la perspectiva de la fe. Porque, a pesar de la «lista» de dificultades interiores y exteriores y de los motivos de inquietud, hay que seguir creyendo con más fuerza y esperando con más certeza. Es la invitación del Papa en Notre Dame: 76 «Se trata, por tanto, en primer lugar, de una cuestión de fe. ¿Acaso no creernos que Cristo nos ha santificado y en– viado? ¿No creernos que El permanece con nosotros aun– que llevemos este tesoro en vasijas frágiles y tengamos nos– otros mismos necesidad de su misericordia, de la cual 4 En Notre Dame p.199. 5 Ibid., p.200..
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