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mejor voluntad, caiga en la tentación de planificar su vida espiritual, su apostolado, sus relaciones a la medida de su leal saber y entender, siempre limitados. Ha olvidado que es Dios quien toma siempre la iniciativa y que toma decisiones casi siempre originales, imprevisibles y desconcertantes. Por eso mismo, el proyecto divino exige tensión, fatiga, entrega y lucha contra las tentaciones y las debilidades de nuestra naturaleza. No se trata de un esquema estático, de autosatisfacción por una vida que se conforma a las normas bien vistas en sociedad. Es una vivencia dinámica, apasio– nada y original que mantiene en tensión los sentidos corpo– rales y las facultades de! alma. Es una situación permanente y trabajosa de escucha, de consulta y de esfuerzo para clari– ficar y llevar a cabo los planes de Dios. Para rematar la obra de Dios hacen falta sudor y lágrimas, en una lucha a brazo partido contra la tentación y la flaqueza. «Es esencial captar ese 'proyecto', aceptarlo y realizarlo con confianza y valentía ... » El secreto del acierto es dar forma viva en la carne y el espíritu a la idea que Dios tiene sobre mí. Lo que en lenguaje llano se expresa así: llegar a ser de verdad lo que Dios quiere que yo sea. Que el proyecto de vida que mi Dios me ha confiado se haya reali– zado en plenitud de fidelidad y de amor. Es esencial captar y realizar ese proyecto superior clari– vidente y salvífico, porque afecta «personalmente» al des– tino del sacerdote y porque condiciona el destino de las almas que se le han confiado. Es un pensamiento estremece– dor que turba el espíritu y quita el sueño. El sacerdote que traiciona el proyecto de Dios no sólo provoca el fracaso per– sonal en un punto esencial de su existencia y de su destino, sino que arrastra en su quiebra el destino de las almas «con– dicionadas» a su ministerio de salvación. Y esto es tre– mendo. El modo concreto de aceptar y de realizar con plenitud y belleza el proyecto sacerdotal es vivirlo en y desde la santi– dad. No es fácil definir ni expresar los sentimientos que bro– tan de la intimidad del sacerdote que vive con pasión su sa– cerdocio en la doble dimensión de hombre de Dios v de hombre para sus hermanos los hombres. - Contando con la pluralidad y diversidad de los talentos, gracias y carismas con que Dios adorna y enriquece a su fa– milia, el sacerdote ha de ser un hombre con personalidad de 74
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