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Con Cristo a bordo --experto y fraternal timonel-, ser sacerdote es la cosa más seria, la cosa más grande, la cosa más bella del mundo. Y esto exige serlo con todas las conse– cuencias. Con toda la radicalidad del compromiso personal con Cristo, sellado con un sí irrevocable, renovado cada día con ímpetu y con entusiasmo. Hay que ser sacerdotes por los cuatro costados. Corno afirma el Papa, con su gesto de– cisivo y caballeresco: «Por la gracia de Dios somos sacerdotes con todo nuestro ser» 1 . Es un destino de amor preferencial. De amor y de mise– ricordia. Es el designio misericordioso y misterioso de Dios. Es el proyecto de vida, concebido y propuesto por Dios: «Su experiencia -se refiere Juan Pablo II a la reali– dad tan importante y significativa del martirio de Santa Inés-- indica claramente que el Altísimo tiene un proyecto bastante misterioso, por cierto, que se ha de ir descubriendo con atención inteligente y que a veces choca con nuestras ópticas y planes; es un proyecto que exige tensión, fatiga, entrega y, a veces, también sufri– miento y lucha contra las tentaciones contrarias y las de– bilidades de nuestra naturaleza. Pero es un proyecto superior, divino, clarividente y salvífico para nosotros personalmente y para la humanidad. Es esencial captar ese «proyecto», aceptarlo y realizarlo con confianza y va– lentía, sacando diariamente fuerzas y alegría para ello del sacrificio de la misa, que prolonga en el tiempo el sacrifi– cio del Calvario; y también de la comunión eucarística, que renueva a lo largo de los siglos la dulce intimidad de la última cena. Esto es lo que auguro a todos repitién– doos las palabras del divino Maestro, a quien recibiremos dentro de poco: 'El que come mi carne y bebe mi sangre está en mí y yo en él' (Jn 6,56); 'permaneced en mí y yo en vosotros... El que permanece en mí y yo en él, ése da mucho fruto ... ' (Jn 15,4-5); 'permaneced en mi amor' (Jn 15,9). Acoged todos con generosidad el proyecto de Dios sobre vosotros. Permaneced en su amor aspirando a ser 1 Cristo, Sacerdote de su sacrificio. Homilía en la misa crismal, concele– brada el Jueves Santo (3/IV/1980), p.113. 72
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