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EL PROYECTO DE VIDA «Fidelidad, en primer lugar, a Cristo. Su llamada es una declaración de amor. Vuestra respuesta es entrega, amistad, amor manifes– tado en la donación de la propia vida, como seguimiento definitivo y como participación permanente en su misión y en su consagra– ción. Ser fiel a Cristo es proclamarlo como Se– ñor resucitado, presente en la Iglesia y en el mundo, centro la creación y de la historia, ra– zón de ser de nuestra propiá existencia. Ser fiel a Cristo es amarlo con toda el alma y con todo el corazón, de forma que ese amor sea la norma y el motor de todas nuestras ac- CJO!leS». JUAN PADLO II, Mensaje a los seminaristas de España, firmado en Valencia. Oyendo al Peregrino de Dios reflexionar en voz alta so– bre la existencia sacerdotal y definir los rasgos básicos de su identidad, hemos sentido la sensación de un esponjamiento gozoso que serena el espíritu y remansa el corazón. Después de los momentos de intensa soledad, de inseguridad, de amargura, de persecución, de desamparo y de tristeza, los discípulos de Emaús han descubierto al Señor al compartir el pan. Después de los momentos de turbación y de pavor en que ei oleaje espeso y embravecido cuarteaba la navecilla mientras Jesús dormía plácidamente, la mar gruesa se tornó en lago manso y sereno. Allí estaba Jesús, aparentemente dormido. Porque la verdad es que Dios vela. Dios siempre vela, aunque la navecilla del alma se cuartee y la mar gruesa rompa sobre el acantilado. Allí estaba Jesús sonriendo y reprochando la menguada fe de los pescadores. Y con Jesús a bordo --compañero y ti– monel- amaina la tempestad, obedece el mar, y el sol de Dios pone de azul y rosa los cielos, las aguas, los ojos y los corazones. El pavor cede al asombro, a la alegría y a la es– peranza. 71

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