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cia de oración y comunión eclesial para cuantos toman parte en ellas» 4 • La transformación en Cristo se realiza, ya lo hemos afir– mado y reiterado desde diversos ángulos de la identidad, con un dinamismo interior que constituye una maravillosa experiencia de conocimiento, de descubrimiento progresivo de Cristo en la intimidad de la oración y en las conquistas de la santidad: «Merece la pena, hay que llegar al convencimiento to– tal, vital, de la grandeza de la vocación y de sus exigen– cias santificadoras. Es una llamada al coraje» 5 • Amar a Cristo es dejarse «apresar» por El: - hacer cautivo el pensamiento para revestirse de El, de su mentalidad, de sus criterios, de su visión del mundo y del hombre; - sentir con Cristo quiere decir, simplemente, «sintonizar» con El, tener los mismos senti– mientos y reacciones de Jesús; - interpretar y representar el papel de Cristo con fidelidad entrañable al protagonista, que es siempre Jesús; - desvivirse, dejarse vivir por dentro y poder afirmar con entusiasmo y veracidad: «Mi vi– vir es Cristo». Amar a Cristo es «situarse en El», <<centrarse en El». Es– tar a gusto siempre con El, tan a gusto que se pasen las horas sin notarlo y que se sienta tristeza al tener que de– jarlo. Amar a Cristo es pasarse largas horas ante el sagrario porque su presencia ha llegado a invadir tu corazón, como una divina obsesión que te conmueve: «El Maestro está aquí y te llama». Amarlo es ponerte a su lado y decirle que cuente con– tigo, que no le abandonarás, porque si no es con El no te apatece ir a nadie, que estarás siempre con El porque «tiene palabras de vida eterna». 4 Ibid. 5 Vocación sacerdotal. En el seminario de Guadalajara (30/I/1979), p.47. 68
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