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«La expresión 'Sacerdos, alter Chrístus', 'el sacerdote es otro Cristo', acuñada por la intuición del pueblo cris– tiano, no es un simple modo de hablar, una metáfora, sino una maravillosa, sorprendente v consoladora reali- J • dad»·. El sacerdote es «otro Cristo» no en un plano paralelo, no en el sentido de la filosofía del «como si», no en una mera dimensión jurídica, no en simple sentido histórico, no en un lenguaje metafórico. Sí, teologalmente, en una perspectiva cristocéntrica. El pueblo creyente, con su especial captación in– tuitiva de las cosas de Dios, ha acertado en la diana del problema y en sus contenidos. Sí, el sacerdote es «otro Cristo», ya que actúa in persona Christi, realiza como ministro los «actos de Cristo», distribuye los misterios de Cristo, predica autorizadamente su palabra, que es un «cuasi-sacramento», consagra la Eucaristía, perdona los pecados, testifica la venida del Reino «por Cristo, con El y en El», en su nombre, en vez de El, con su auto– ridad y con su propia misión. El sacerdote representa significantemente a Cristo, inter– preta el papel de Cristo y prolonga su misión salvadora, es– cogido personalmente por Cristo y enviado por Cristo «en» la Iglesia: «Los sacerdotes participamos del sacerdocio de Cristo. Somos sus ministros, sus instrumentos. Pero es Cristo quien ofrece vida divina a la humanidad en los sa– cramentos, especialmente en la Eucaristía (Presbyterorum ordinis 5). ¡Con qué cuidado, con qué amor debemos ce– lebrar los sagrados misterios! La sacralidad de lo que tiene lugar en nuestras celebraciones litúrgicas no debe oscurecerse. Estas celebraciones deben ser una experien- ' En el estadio de Maracaná p.254. 67
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