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cir para que el mundo se salve. La dimensión sagrada del sacerdocio está totalmente ordenada a la dimensión apos– tólica: es decir, a la misión, al ministerio pastoral. 'Como me envió mi Padre, así os envío yo' (Jn 20,21)» 1 . El «hombre de Dios» se convierte así en intérprete de la Palabra de Dios y «dispensador de los misterios divinos» ante el pueblo. Es también representante, ante Dios, del pueblo en todos sus componentes: los niños, los jóvenes, las familias, los trabajadores, los pobres, los humildes, los en– fermos e incluso los distanciados y los enemigos. El sacerdote es «hombre para los demás», pero sólo en virtud de su manera peculiar de ser «hombre para Dios». La eficacia de sus actividades apostólicas está en función de su intimidad con Cristo. Cuanto más parecido a Cristo, cuanto más cristificado, más eficacia en su misión. Esto exige una gran responsabilidad a la hora. de interpretar y representar a Cristo. Y el único camino válido para esta difícil empresa es amar a Cristo con apasionamiento. La unión con Cristo, esa situación vital de «apasiona– miento» que lleva a pensar en El, a hablar con El, a hablar de El, a sentirse en El, a volcarse en El, es totalmente nece– saria para «ser» buen sacerdote. La intimidad entrañable con Cristo es absolutamente necesaria para el ejercicio del sacerdocio con intensidad, lealtad, celo y eficacia. En esta línea van las expresiones que identifican su ser y su misión. El sacerdote está siempre en función de Cristo: - Intérprete. El sacerdote no habla por cuenta propia, habla en nombre de Jesús, que lo ha enviado, de las cosas del Padre, con la misión de la Iglesia cuya doctrina debe en– señar y transmitir con integridad y fidelidad. Traduce para el pueblo en un lenguaje evangélico el mensaje de Cristo, según las necesidades históricas y culturales de su tiempo. - Representante. Viene siempre, en nombre de Jesús, a proclamar la bondad, la benignidad, la misericordia, la ne– cesidad de la conversión y a anunciar la Buena Noticia del reino. Representa la causa de Cristo. Para que esta «repre– sentación» sea creíble, el sacerdote debe estar «mentali– zado» mediante la oración y el trato amoroso con el Señor: 1 El sacerdote: hombre elegido por Jesucristo. Misa en el estadio de Ma– racaná, Río de Janeiro (2/VII/1980), p.254. 3.-Sacerdotes para el año 2000 65
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