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Una de las características °''';:;,c,:rt: .. ~~~ del hamo Dei que deben fomentar los formadores las vocaciones es el amor a la Iglesia: «Sin embargo, quiero afirmar también aquí Jo mucho que me interesa que la comunidad cristiana tenga sacer– dotes sabios y santos, enamorados de Cristo, firmes en la doctrina católica, profundos en la vida interior, amantes de la Iglesia, formando un solo corazón y una sola alma con el propio obispo y con los otros presbíteros, llenos de celo por sus hermanos y hermanas» . La Iglesia es la encargada de orientar la vocación y reci– bir el compromiso por voluntad expresa de Cristo: «No puede dejarse a la improvisación la formación de un sacerdote y de un religioso. Es la gracia de Dios la que inspira la vocación, y es la gracia de Dios la que hace al sacerdote y al religioso. Pero esa gracia es conce– dida en la Iglesia y para la Iglesia; corresponde, por tanto, a la Iglesia examinar y comprobar la autenticidad del llamamiento y acompañar su maduración hasta la meta de las órdenes y de los votos sagrados. Ahora bien: para la Iglesia, según su tradición y experiencia, todo esto no puede ser plenamente realizado sin una institu– ción llamada con el nombre altamente significativo de se– minario y otras análogas instituciones para la formación religiosa» 9 • Así habla el Papa a los aspirantes al sacerdocio, a la vida religiosa y a los formadores en Porto Alegre. En el Carmelo de Lisieux dirá que el programa de vida santa y consagrada es «asumido, santificado, utilizado por Cristo para la reden– ción del mundo»: «Para que no tengáis ninguna duda a este respecto, la Iglesia --en el nombre mismo de Cristo- tornó posesión un día de toda vuestra capacidad de vivir y amar» 10 • 8 La formación de los futuros sacerdotes y de los laicos. A la Sagrada Congregación para la Educación Católica (26/III/81), p.112. 9 Seguir generosamente a Cristo. A los aspirantes al sacerdocio y a la vida religiosa, y a sus formadores, Porto Alegre (Brasil) (5/VII/1980), p.264. 10 Vivir radicalmente la vocación. A las religiosas contemplativas en el Carmelo de Lisieux (2/VI/1980), p,220. 60
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