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Hace falta un estudio concienzudo para transm1t!f el mensaje evangélico con fidelidad a las fuentes y con fideli– dad a los hermanos. El hombre de exige una formación profunda en intensidad y en extensión, y está dotado de un sentido crítico especial que no permite la frivolidad, el mari– poseo o la vulgaridad en la comunicación del mensaje. Hay que dedicarse al estudio con seriedad, y esto forma parte del capítulo especial de la revisión de vida: «¿Cómo me pre– paro para predicar, cómo predico, cómo estudio para estar al día y no defraudar al pueblo fiel. .. ?» El Papa emplea unos términos enérgicos, pero justos, puesto que responden a una lamentable realidad. Hay que esforzarse para evitar el tópico, las frases hechas, el estilo anticuado. Justa lamentación: hay estilos de predicación que huelen a conserva y a papel amarillento de desván, sin jugo ni sustancia. Hay predicaciones insulsas y viejas. Y hay pre– dicaciones de mariposeo mental. «Gracias a este esfuerzo -prosigue el Papa- evita– réis ser repetidores desvaídos de fórmulas justas en sí, pero que no han calado en la problemática del hombre de hoy; o ser innovadores temerarios que saben percibir, sí, los humores del momento, pero no aciertan a evaluarlos con 'discernimiento' maduro (la 'diákrisis' de que habla San Pablo (1 Cor 12,10), a la luz del criterio supremo, que es y será siempre la Palabra de Dios. El riesgo de ser infantilmente 'zarandeados' por las olas y llevados aquí y allá por cualquier 'viento de doctrina' (Ef 4,14) no es algo que pertenece al pasado solamente, sino que em– biste todas las épocas de la historia, sin excluir la nues– tra» 3 • b) El futuro sacerdote debe «especializarse» en las ciencias específicamente religiosas. Se le exige un estudio ri– guroso y tenaz de la Palabra de Dios, que debe asimilar en una reflexión personal profunda y en un amoroso contacto con Cristo. Más que un conocimiento técnico -imprescindi– ble hoy día-, se requiere una experiencia vital para que la comunicación de la Palabra a sus hermanos esté impregnada de amor apasionado a Cristo. No basta conocer las asigna– turas del curso teológico: Sagrada Escritura, Dogma, Moral, Historia de la Iglesia, Derecho canónico. El sacerdote estu- Ibid. 57
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