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ser el reclamo constante y testimoniar con la palabra, y más aún con la vida, la necesaria orientación hacia aquel que constituye la meta ineludible de vuestra parábola existencial. Vuestra vocación os sitúa cual centinelas en las avanzadas de la humanidad en camino; en vuestra oración y fatigas, en vuestra alegría y sufrimiento, en vuestros éxitos y pruebas, la humanidad ha de poder en– contrar el modelo y anticipo de lo que está llamado a ser, no obstante sus rémoras y compromisos» 19 • Pero para realizar esta tarea hay que ser sacerdotes con plena lealtad y con absoluta dedicación. Sacerdotes y sólo sacerdotes, sacerdotes y siempre sacerdotes: «Esta misión del sacerdocio no es un simple título ju– rídico. No consiste precisamente en un servicio eclesial prestado a la comunidad, delegado por ella y, por tanto, revocable por la misma comunidad o renunciable por li– bre decisión del 'funcionario'. Se trata, por el contrario, de una real e íntima transformación por la que pasó vues– tro organismo sobrenatural gracias a una 'señal' divina, el 'carácter', que os habilita para obrar in persona Christi (haciendo las veces de Cristo), y por eso os califica en re– lación a El como instrumentos vivos de su acción» 20 • El sacerdote es un segregado, un expropiado voluntario de su Señor: « ... no pertenece a este mundo, sino que se halla, de ahora en adelante, en un estado de exclusiva propiedad del Señor. El carácter sagrado le afecta de modo tan pro– fundo que orienta integralmente todo su ser y su obrar hacia un destino sacerdotal. De modo que no queda en él ya nada de lo que pueda disponer como si no fuese sacer– dote y, menos todavía, como sí estuviese en contraste con tal dignidad. Aun cuando realiza acciones que, por su naturaleza, son de orden temporal, el sacerdote es siempre ministro de Dios. En todo, incluso lo pro– fano, debe convertirse en 'sacerdotalizado', como en Jesús, que siempre fue sacerdote, siempre actuó como sa– cerdote, en todas las manifestaciones de su vida» 21 . 19 Ibid. 20 Misa en el estadio de Maracaná p.254. 21 Ibid. 53

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