BCCCAP00000000000000000000341

Estas certezas de fe no permiten dudar de la tidad, ni andar titubeando sobre el valor vida, o vacilar ante el camino emprendido» !O_ iden- De este modo se evita la arbitrariedad y el confusio– nismo: «La experiencia personal de cada uno nos dice que nuestro y el provecho de nuestra vida sacerdotal brotan la aceptación plena de nuestra identidad sacer- dotal. Debemos amar nuestra vocación y misión. Pero también todos deben ver que amamos nuestro sacerdo– cio. Vea vuestro pueblo que sois hombres de oración. Y vea que tratáis los divinos misterios con amor y respeto. Vean que vuestra entrega a la paz, la justicia y la verdad es sincera, incondicional, valiente. Vean todos que amáis a la Iglesia y tenéis un mismo pensamiento y corazón con ella. ¡Nos jugamos la credibilidad de nuestro testimonio!¡¡ Porque el mundo tiene los ojos fijos en el hombre de Dios: «Sí. Cada uno de los hombres tendrá derecho a juz– garos según la verdad de vuestras palabras y de vuestras obras, en el nombre de ese 'sentido de la fe', que se da a todo el Pueblo de Dios como fruto de la participación en la misión profética de Cristo» 12 • La vocación es una doble apertura: «En rigor, la vocación sacerdotal no es otra cosa que el descubrimiento de ese eterno amor que atrae y llama, que puede llenar de gozo exhaustivo el corazón del ele– gido, abriéndolo al mismo tiempo hacia todos los her– manos y hermanas que la Providencia pondrá en el ea– mino de su ministerio pastoral. Que cada ordenado descubra todavía más plenamente ese dulcísimo vínculo y se reafirme vigorosamente en él. Que crezca siempre el número de aquellos a quienes el amor eterno se revela en su propio corazón como el más grande, que sientan la lla– mada al servicio sacerdotal y la sigan sin volverse atrás» 13 • 10 Ibid. 11 Amar y obedecer a la Iglesia. Al clero y religiosos en la catedral de Edimburgo (31/V/1982), p.215. 12 Sacerdotes de Cristo y de la Iglesia. Homilía en la ordenación de 45 sacerdotes (15/VI/1980), p.228. 11 Ibid. 50