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garse a una comprensión intensa del misterioso don. Es una conclusión lógica de las premisas de fe: «Ciertamente, no encontraremos nuestra respuesta en las ciencias del comportamiento humano ni en las estadís– ticas socio-religiosas, pero sí en Cristo y en la fe. Interro– garemos humildemente al divino Maestro y le pregunta– remos quiénes somos, cómo quiere El que seamos, cuál es, ante El, nuestra identidad» 5 • La «llamada» es un misterio, porque Dios sigue sus planes con unos planteamientos «incomprensibles» para la inteligencia humana. Y todo ello, para que el hombre tenga conciencia de su pequeñez y se rinda con humildad ante la sabiduría de Dios, que no busca la proporción lógica entre las personas y la empresa que intenta realizar. La empresa humana requiere una justa proporción entre los fines y las personas que los encarnan. Dios tiene otros criterios, como lo expuso con hondura escalofriante San Pablo: que Dios es– coge lo débil para combatir a lo fuerte y que entre los pri– meros cristianos -aquella gente magnífica y alegre- no ha– bía gente «importante». Lo dice con toda claridad Juan Pablo U. Y lo dice con una sinceridad humilde que impresiona y tonifica el espíritu: «Y en este momento, tal vez añadiese --para ver– güenza mía--: el 'signo' es el Papa. Trasciende su per– sona, porque el Papa sólo le presta su propia expresión a El, a Jesucristo. Con esta imagen pretendo decir, con franqueza, cuán limitado me siento y, al mismo tiempo, responsable ante El, Cristo, y ante vosotros... » 6 Dios reconoce nuestras limitaciones. Dios nos hace reconocer nuestras propias limitaciones, no para infundir desánimo y derrotismo, sino para reavivar la esperanza. Porque lo único que quiere de nosotros es la plena disponibilidad y el buen corazón. Las cualidades del «sí» para el trabajo encomendado: 42 «ni seguridades materiales (cf. Mt 10,9); ni capacidades personales (ib., v.20); Misa en Maracaná p.254. 6 A las personas consagradas a Dios, en Fátima, p.177.

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