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En un contexto eclesial, el sacerdocio es condición indis– pensable para una vida cristiana llena de empuje, de vigor y de entusiasmo. El sacerdote es necesario e insustituible. Lo afirma rotundamente Juan Pablo II en su homilía al Con– greso Internacional de Vocaciones: 38 «Las vocaciones sacerdotales son comprobación y, al misP10 tiempo, condición de la vitalidad de la Iglesia, ante todo porque esta vitalidad encuentra su fuente ince– sante en la Eucaristía, como centro v vértice de toda evangelización y de la vida sacramental plena. De aquí brota la necesidad indispensable de la presencia del mi– nistro ordenado, que está precisamente en disposición de celebrar la Eucaristía. Y luego, ¿qué decir de los otros sacramentos me– diante los cuales se alimenta la vida de la comunidad cris– tiana? Especialmente, ¿quién administraría el sacramento de la penitencia si faltase el sacerdote? Y este sacra– mento es el medio establecido por Cristo para la renova– ción del alma y para su integración activa en el contexto vital de la comunidad. ¿Quién atendería al servicio de la palabra? Y, sin embargo, en la economía actual de la sal– vación 'la fe es por la predicación, y la predicación, por la palabra de Cristo' (Rom 10,17)» 9 • 9 Homilía al Congreso Internacional de Vocaciones p.160.

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