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La vida sacerdotal es distinta en todo el ámbito de la existencia de toda otra forma de vida. Distinta por su ori– gen, por sus enfoques, por sus contenidos, por sus métodos, por sus metas. Considerada como una realidad simplemnte humana es incomprensible. Escapa a los métodos de la ob– servación y del tratamiento empírico, porque se desarrolla y llega a su plenitud en el misterio de la fe. La vocación es una llamada a seguir a Cristo en su destino de salvación, que pasa siempre por la cruz. Por eso no es comprendido por el mundo, que juzga la cruz como locura y escándalo. Por eso el mundo es radicalmente incompetente para decidir qué y cómo va a ser el sacerdote. El mundo no puede mar– carnos el puesto en el terreno de juego, sencillamente por– que no somos de su equipo. Lo ha dicho con energía y claridad el Papa en Notre Dame: «No es el mundo quien fija nuestra función, nuestro estatuto y nuestra identidad. Es Cristo Jesús, es la Igle– sia. Cristo Jesús es quien nos ha elegido como sus amigos, para que demos fruto; El ha hecho de nosotros sus ministros: nosotros participamos en la misión del único Mediador, que es Cristo. La Iglesia, el Cuerpo de Cristo, es la que desde hace dos mil años manifiesta el lugar indispensable que ocupan en su seno los obispos, los sacerdotes y los diáconos» 23 • Cristo ha configurado al sacerdote con su sacerdocio y, en un voto impresionante de amor y confianza, le ha dado sus poderes y le ha hecho su representante y embajador ante el mundo. Es un don inmenso que tiene que ser acep– tado, no con engreimiento por la grandeza de la gracia, sino con un sentido purísimo de exigencia personal y de ejempla– rísimo comportamiento: «La realidad tan sublime que lleváis en vosotros mismos, sellados por un carácter especial que os confi– gura con Cristo Sacerdote, de manera que podéis actuar en su nombre (Presbyterorum ordinis 2), comporta la gran– deza de la misión recibida y de la necesidad de adaptarse cada vez más a ella. Es necesario, ante el don del Señor, tener una clara y arraigada convicción sobre el propio ser de sacerdotes de Cristo, depositarios y administradores de 23 El sacerdocio ministerial. Al clero, en Notre Dame (30N/80), p.199. 31

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