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La pastoral vocacional debe evitar por todos los medios la tentación de presentar un ideal rebajado, conforme a los criterios mundanos de influencia, prestigio, comodidad y mediocridad. Es una equivocación y un fraude. Hay que presentar el ideal en toda su grandeza, su riesgo, su he– roísmo y su testimonio: «Podrán tal vez desanimaros las dificultades reales para hacer llegar al mundo joven la invitación de la Igle– sia. Pero ¡tened confianza! También la juventud de nues– tro tiempo siente poderosamente la atracción hacia las al– turas, hacia las cosas arduas, hacía los grandes ideales. No os ilusionéis con que la perspectiva de un sacerdocio menos austero en ~us exigencias de sacrificio y renuncia --como, por ejemplo, en la disciplina del celibato ecle– siástico-- pueda aumentar el número de quienes preten– den comprometerse en el seguimiento de Cristo. Por el contrario, más bien es una mentalidad de fe vigorosa y consciente lo que falta, y se hace necesario crearla en nuestras comunidades. Allí donde el sacrificio cotidiano mantiene despierto el ideal evangélico y eleva a alto nivel el amor de Dios, las vocaciones continúan siendo nume– rosas. Lo confirma la situación religiosa en el mundo. Los países donde la Iglesia es perseguida son, paradójica– mente, aquellos en que las vocaciones son má~ flore– cientes y algunas veces, incluso, más abundantes» 17 . El ideal sacerdotal, expuesto con claridad y vivido con todas sus consecuencias de entrega, fidelidad y consagra– ción, es capaz de suscitar admiración y entusiasmo y de con– tagiar la generosidad y el compromiso. en último tér– mino, confiar siempre en los designios de Dios: 28 «Sería absurdo pensar que Dios ya no llama, en Por– tugal como en otras tierras, a jóvenes cristianos, capaces y generosos, para el ministerio sacerdotal o para la vida religiosa. Importa y es urgente saber convocar a esos jó– venes, proponiéndoles un ideal exigente pero claro, una identidad bien definida, un campo de acción capaz de im– pulsarles a la entrega de toda su vida. Los obispos, antes que nadie, deben asumir el compromiso de hacer llegar al mayor número posible de jóvenes cristianos la invita– ción de Cristo, y luego el compromiso, no menor, de proporcionarles un marco de formación, un apoyo a su 17 Misa en el estadio de Maracaná p.255.
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