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cho, como él, en vuestro celo, e indicándoos los posibles campos de aplicación hacia donde este esfuerzo de adap– tación podrá dirigirse provechosamente: desde · 1a cate– quesis parroquial, familiar, escolar, en orden a un anun– cio intenso de la Palabra de Dios, hasta la administración ejemplar de los sacramentos; desde el cuidado preferen– cial de los pobres a la asistencia espiritual de los en– fermos; de la necesaria presencia, también pública, en defensa de la vida, de la libertad, de la justicia y del tra– bajo, a la tutela concreta de quien en la vida, en la liber– tad, en el trabajo, en la justicia está amenazado» 13 • En una una bella glosa al Magníficat, Juan Pablo II reco– mienda a los sacerdotes, religiosos y religiosas, en el santua– rio de Montenero, la vida interior y la puesta al día: «Pero yo sé, amados sacerdotes de la diócesis, que, movidos por el celo de las almas y el interés pastoral de los fieles, tratáis de suplir la escasez del número con la multiplicación de vosotros mismos y la intensificación de las actividades. Sin embargo, y recordándoos las palabras del Magníficat que acabamos de meditar, estoy seguro de vuestra convicción personal de que la actividad exterior no debe producir menoscabo de la vida interior. Si no quiere ser bronce que resuena a hueco, el sacerdote sabe encontrar el tiempo necesario para la meditación y la oración. Logra encontrar también el tiempo necesario para ponerse al día, pues son muchos los problemas nuevos sobre los que ha de tener ideas claras y líneas de solución que sean correctas; y si no está al día, corre el riesgo de quedarse atrás, con perjuicio de la misma inci– dencia del trabajo pastoral» 14 . En rigor, la puesta al día y la renovación interior son in– separables. Sin vida interior, el sacerdote está expuesto a todos los bandazos del sentimiento y de la agitación pertur– badora: «En realidad, no es posible renovación alguna, ni si– quiera práctica, o sea, de vida y de estilo pastoral, si no se la refiere y se la cimienta sólidamente sobre los consti- 13 Las exigencias de la vocación y su fecundidad apostólica. A los sacer– dotes, religiosos y seminaristas de Bérgamo (26/IV/1981), p.142. 14 Las características del apostolado de la Iglesia. A los sacerdotes, reli– giosos y religiosas en el santuario de Montenero (Livorno) (19/II/1982), p.117. 26

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