BCCCAP00000000000000000000341

no es la universidad, ni la biblioteca, ni la experiencia de la vida. Es esa mujer bendita -la madre- que graba a sangre y fuego en tu alma la imagen de nuestro Padre Dios y la imagen de Jesús, Salvador y amigo. Y lo hace con tanta naturalidad, que se nota que le brota de dentro, que es una vivencia entrañable, que está plenamente convencida. La madre sencilla desconoce la téc– nica de la cultura de la imagen, pero conoce a la perfección el mundo expresivo de su hijo y le habla con compara– ciones, con figuras vivas, con todas las formas plásticas del universo infantil. Como sus palabras tienen una cobertura concreta en la ejemplaridad de vida cristiana, la madre lo consigue todo. La madre va podando los fallos humanos y de carácter con madurez y gracia. Detecta la mentira en los ojos y en el timbre de la voz. El «detector» electrónico puede fallar en su cálculo matemático. La madre no falla nunca con el «de– tector» de su intuición y de su mirada. La madre «adivina» con el corazón que el hijo sufre, que está avergonzado, que es puro de conciencia, que es limpio de corazón, que nece– sita, alternativamente, la represión, la disciplina, la ternura. Y el niño, que sintoniza con su madre, por simple sentido de mimetismo, quiere ser veraz, generoso, honrado, compa– sivo y bondadoso ... como ella. La madre «imprime» el aire, el tono, la «marca» de fa– milia. Inconscientemente, el niño habla, sonríe, adopta pos– turas ante la vida y actúa como su madre. Quiere parecerse a ella, porque para el pequeño no hay cosa tan maravillosa en el mundo ¡como su madre! Y en este clima de atracción y de simpatía, la madre po– see todos los resortes del estímulo, del deseo de superación, de la moral del triunfo. La madre aspira siempre a que su hijo sea más, sea mejor en todos los niveles de la vida. Como Jesús, el niño cristiano crece en edad, en sabiduría y gracia, porque la presencia de la madre le «avergüenza» de su mediocridad y le espolea a perfeccionarse en la docilidad, en el estudio, en el trabajo, en la apertura a los demás. Una simple mirada de la madre tiene más fuerza para el niño que todo el poder del mundo, que los alicientes de la escuela, los castigos del profesor, las costumbres de sus compañeros. Puede más una madre con su ternura o con su 240

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz