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con seriedad. Si no fue así, entonces hay que cambiarlos antes que sea demasiado tarde» 10 • EL «AGGIORNAMENTO» El papa Juan Pablo, al revisar la etapa posconciliar, afirma que la crisis, con sus fenómenos de «contestación» y agudización del sentido crítico, ha servido para clarificar ideas y para afianzar verdades. Dice que esta etapa negativa ha llegado a su fin. Ahora hay que comenzar la etapa posi– tiva de la verdadera renovación ... , que es lo que intentaba el Concilio. Vamos, pues, con un notable retraso. Esta etapa positiva se inaugura desde el sentido sobrena– tural de la fe en Dios providente y de una confianza plena en su actuación a lo largo de la historia. Cristo ha prome– tido a los suyos una presencia viva en la historia hasta el fin del mundo. En esta perspectiva de fe, como ministro de Cristo, la in– terpretación del aggiornamento y de los «signos de los tiempos» conduce a la verdadera renovación, que exige ser sacerdotes de una pieza, con una exigencia intrínseca de santidad. Los sacerdotes santos son la esperanza del futuro. La renovación entendida ambiguamente, como acomodación al espíritu mundano y al clima de secularización, no tiene sentido: «Pero el 'estar al día' de cada uno -recalca el Papa– era una respuesta original al Evangelio, una respuesta particularmente necesaria para aquellos tiempos, era la respuesta de la santidad y del celo. No existe otra regla fuera de ésta para 'estar al día' en nuestra vida y en la actividad sacerdotal, en nuestro tiempo y en la actualidad del mundo. Indudablemente, no pueden considerarse un adecuado 'estar al día' los diversos proyectos y ensayos de 'laicización' de la vida sacerdotal» ·u. Y matiza más todavía, al hablar del «carisma» de Pa– blo VI, que el aggiornamento es una invitación a la transfor– mación espiritual de nuestro tiempo: w Misión y fisonomía de las religiosas. A las religiosas en el Carmelo de Kinshasa (3/V/1980), p.151. 11 Carta Novo incipiente o.6 p.133. 24

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