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blica; de cuantos. en la política, en la milicia, en las la– bores sindicales o en el servicio del orden ciudadano, prestan su colaboración honesta en favor de una justa, pacífica y segura convivencia. Virgen Santa del Pilar: aumenta nuestra fe, consolida nuestra esperanza, aviva nuestra caridad. Socorre a los que padecen desgracias, a los que sufren soledad, ignorancia, hambre o falta de trabajo. Fortalece a los débiles en la fe. Fomenta en los jóvenes la disponibilidad para una en– trega plena a Dios. Protege a España entera y a sus pueblos, a sus hom– bres y mujeres. Y asiste maternalmente, ¡oh María!, a cuantos te invocan como Patrona de la Hispanidad. Así sea» 5 • Todo tuyo No es sólo una consagrac1on personal, bellísima por cierto. Es la consagración de la misión, del oficio y una en– tera disponibilidad para quemar su vida por los hermanos en continua ofrenda de sacrificio, oración y celo. Pero siempre «por María, con María, en María y para María». A JESUS POR MARIA La consagración a María afecta y compromete todo el ser del hombre: los sentidos corporales y las facultades del alma, la inteligencia y la actividad, las actitudes y el com– portamiento. Por eso exige la profundización constante en el propio conocimiento, la conversión continua, la purificación de los sentimientos y de las intenciones, la transformación gradual de la propia vida siguiendo las pisadas de la Madre. Las fórmulas «populares» de esta consagración, que aprendimos y rezamos desde niños, son riquísimas en conte– nido humano y espiritual. Son formulaciones de gran con– creción y plasticidad, que es el lenguaje realista que en– tiende el pueblo. La consagración de todo el ser cobra vida en dones muy concretos: «mis ojos, mis oídos, mi lengua, mi corazón». El cristiano devoto sabe que se compromete a no mirar, ni escuchar ni decir, ni pensar ni querer nada que 5 En el Pilar de Zaragoza. 233

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