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- « ... Son muchos los elementos que se combaten en el propio interior del hombre. Por una parte, el hom– bre ... experimenta múltiples limitaciones; se siente, sin embargo, ilimitado en sus deseos ... Más aún, como enfermo y pecador, no raramente hace lo que no quiere y deja de hacer lo que querría llevar a cabo ... » - «Por ello siente en sí mismo la división, que tantas y tantas graves discordias provoca en la sociedad ... » La vida de muchos «está impregnada de materialismo práctico ... » - Muchos «abrigan el convencimiento de que el futuro reino del hómbre sobre la tierra saciará plenamente todos los deseos». - «Y no faltan, por otra parte, los que han dudado del sentido de la vida ... » (Gaudium et spes 10). Comenta el Papa que este cuadro se podría completar «con diversos pormenores que demuestran la gran ame– naza que pesa sobre el hombre y sobre el mundo. Estos detalles son suficientemente conocidos por todos los que están aquí reunidos» 2 . ¿Qué hacer? Pues lo de siempre: encomendárselo a la Madre. Pedirle hasta la insistencia que nos cobije con su manto, que no nos deje de su mano, que vele por sus hijos, que haga el <<milagro». La Madre lo comprende todo con su corazón maternal. El Corazón de la Madre está por encima de la pequeñez y de la fragilidad humana. Con la Madre presente, hay siempre razones para esperar amor, <,aunque merezcamos tan poco este amor materno» 3 • Por eso, Juan Pablo II consagra de nuevo al Corazón de la Madre el mundo entero, todo el género humano, como ya lo había hecho el papa Pío XII «en los horribles tiempos de la segunda guerra mundial». Esta consagración es un grito, una urgente llamada de socorro a la Virgen Madre: «¡Madre de los hombres y de los pueblos!, tú conoces todos sus sufrimientos y sus esperanzas, tú sientes mater- 2 ¡Muéstrate, Madre! Plegaria ante la Virgen Inmaculada (10/XII/1981). 3 Ibid. 231

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