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dote tiene que ser siempre sacerdote y actuar siempre como sacerdote. Sí, se ha discutido mucho. Se ha discutido y polemizado en exceso. Hemos pasado por una especie de psicosis de planificación, de programa– ción, de estructuración. Han proliferado las reuniones, se– manas de estudio, sesiones de mentalización, tests, estadís– ticas. Se han sacado conclusiones... para «concienciar», para «poner a punto», para «estar al día» ... Pero «se ha orado muy poco». Por eso, en lugar de confirmar la identidad en un dina– mismo evangélico, el sacerdote se ha lanzado con impruden– cia, a cuerpo descubierto, a peligrosas aventuras de innova– ción, de inmersión en ambientes mundanos, de desman– telamiento de las sólidas bases tradicionales, de cancelación de signos llenos de sentido y acreditados por la experiencia. Con el pretexto del aggiornamento, de los signos de los tiempos, el compromiso temporal y otras expresiones en boga, se han ver– tido en libros, conferencias, revistas y «encuentros» las más peregrinas ideas sobre el sacerdocio. En la homilía a los peregrinos de Piacenza vuelve Juan Pablo II sobre el tema, apuntando hacia una justa jerarquía de valores. El tiempo invertido en reuniones para discutir, para analizar situaciones concretas, para programar. .. tam– bién puede ser bien empleado. «Pero es necesario reafirmar que el tiempo más útil, el que da sentido y eficacia a las discusiones y a los proyectos, es el tiempo dedicado a la oración» 9 • Como criterio para valorar los esfuerzos, apela el Papa a los frutos: «Con calma y sentido común examinad siempre a qué conducen estos retiros y reuniones. ¿A una mayor intimi– dad con el Señor? ¿A una mayor fuerza y transparencia evangélica? ¿A un mayor amor fraternal? ¿A una mayor pobreza personal y comunitaria? ¿A compartir más lo que vosotros sois y tenéis con los más desheredados? ¿A un celo mayor en favor de la misión de la Iglesia? En ese caso, los medios elegidos eran seguros y fueron utilizados 9 El ejemplo de la Santísima Virgen. Homilía a peregrinos de Piacenza (2/VII/1979), p.261. 23
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