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CON MARIA, DRE «María, por su parte. es ejemplo supremo de esta actitud (abrir de par en par las puertas a Cristo, sin temor). Al anuncio del ángel, responde con un sí incondicionado: 'He aquí la esclava del Señor. Hágase en mí según tu palabra' (Le 1,38). Ella se abre a la Palabra eterna y personal de Dios, que en sus entrafias tornará carne humana. Precisamente esta aco– gida la hace fecunda: Madre de Dios y Madre nuestra, porque es entonces cuando comienza su cooperación a la obra salvadora. Esa fecundidad de María es signo de la fe– cundidad de la Iglesia (Lumen gentium 63s). Abriéndose a la palabra de Cristo, acogién– dole a El su Evangelio. cada miembro de la Iglesia también fecundo en su vida cris– tiana». ]\TAN PABLO II, Alocución en el acto ma– riano nacional celebrado en la plaza Eduardo !barra, de Zaragoza. Ardía nuestro corazón ... . .. Cuando el Peregrino de Dios y de la paz ponía la ofrenda de su devoción a los pies de la Virgen en Lourdes, de Guadalupe, de la Inmaculada Concepción de Zapopán, del Divino Amor, de Czestochowa, de Fátima, del Pilar de Zaragoza. Con la antorcha encendida en sus recias manos para acompañar en romería a la Señora, en la noche que resplandece como el día en honor de la Virgen, «vestida de sol», que ha fijado su morada en la montaña y en las grutas. Con la voz fuerte y vibrante que se aniña y se angeliza para cantar el saludo del arcángel: «Ave, María» . ... Cuando acompaña «en espíritu», porque no puede ha– cerlo físicamente en persona, a los peregrinos y romeros de la Virgen en todos los santuarios marianos del mundo, que son «signos de Dios de su irrupción en la historia humana», en cuanto representan «un memorial del misterio de la En– carnación y de la Redención». en consonancia con esa <NO– cación tradicional y siempre actualísima de todos los santua- 228

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