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La misericordia es «el atributo más estupendo del Crea– dor y Redentor». Las páginas más bellas del Evangelio, las más conmove– doras escenas que protagoniza siempre el buen Dios, tienen como argumento la misericordia. ¡Cómo vibra el pueblo creyente ante el pregón de Dios, que es Amor; de Dios, que es Padre y, por lo mismo, Dives in misericordia! Es una experiencia entrañable y emocionante ver cómo se transfi– gura el hombre cuando se siente pobre y pecador y escucha la parábola del hijo pródigo o la parábola del Buen Pastor. El sermón de la misericordia deja una huella tan honda y tan fresca, que puede llamarse con propiedad el sermón de las conversiones. Así lo llamamos en las «misiones popu– lares». Y no es sólo la experiencia ajena. Después de meditarlo y de predicarlo tantas veces, sen– timos siempre una emoción nueva, porque advertimos que esa hermosa parábola es nuestra propia historia personal al vivo. Y lloramos de emoción y de gratitud cuando sentimos el abrazo del Padre Dios, que nos perdona. Decía un sacer– dote ejemplar en unos ejercicios espirituales: «Padre, no deje nunca el sermón de la misericordia de Dios. ¡Consuela tanto! Deja esponjado el corazón». Todos necesitamos el perdón. En el fondo, todos es– tamos hambrientos de amor y misericordia. Todos, hasta los sacerdotes más celosos. El hermano Francisco, hecho ya otro Cristo, se confesaba el mayor pecador del mundo. Por eso subraya el Papa el mensaje específico que nos ofrece la Porciúncula y su indulgencia: 224 «Pues bien, ¿quién de nosotros puede decir en su co– razón que no tiene necesidad de esa misericordia, o sea, que está en total sintonía con Dios, de forma que no ne– cesita de El ninguna intervención purificadora? ¿Quién no tiene algo que hacerse perdonar por El y por su pater– nal magnanimidad? O, dicho en términos evangélicos, ¿quién de nosotros podría arrojar la primera piedra (Jn 8,7) sin mancharse de presunción o de irresponsabilidad? Sólo Jesucristo habría podido hacerlo, pero renunció a ello con un incomparable gesto de perdón, es decir, de amor, que revela a un tiempo una ilimitada generosidad y una constructiva confianza en el hombre. Todos los

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