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dad y cortesía. Es la puesta en marcha de la «fraterni– dad», que descarta todo lo que significa tensión, con– traposición, enfrentamiento y conflicto, incluso en la convivencia civil 2 3; - sentido de misión y comunión para hacer presente a la Iglesia, con una presencia dinámica e iluminada, en la sociedad y en el ambiente de nuestro tiempo, para decir la palabra justa y para actuar, con serenidad, pero con firmez~, en la defensa del hombre y de sus valores morales ~4; - sentido de responsabilidad, que exige un esfuerzo dia– rio para comprometerse con el Evangelio y vivirlo de un modo coherente y ejemplar. Este compromiso es ambicioso y estimulante: opción por los pobres y mar– ginados, que son el tesoro de la Iglesia; sobriedad y ejemplaridad en el estilo de vida; fidelidad a las normas; disponibilidad a toda prueba, aun en lo pe– queño, porque precisamente ¡lo pequeiio es siempre cosa grande! 25 ; - sentido misionero ad extra, que se manifiesta en la ge– nerosidad de quienes abandonan patria, familia, hogar para irse a misiones; y ad intra, que indica el dina– mismo y la vitalidad de la Iglesia 26 ; - discernimiento de los signos de los tiempos y ade– cuada renovación para incrementar «una respuesta vá– lida a las necesidades, a las aspiraciones y a los desa– fíos cruciales con que la realidad del prójimo interpela la acción evangelizadora en nuestro tiempo 27 . Francisco ha sido llamado para renovar la Iglesia. El Cristo de San Damián le recomienda la «reconstrucción» de su casa, que amenaza ruina. Un día, en sueños, el Papa verá a Francisco «sosteniendo» la Iglesia. Y Francisco cumplió el encargo, primero con piedras y luego --cuando comprendió el verdadero sentido del encargo y de la visión- con pie– dras vivas, con santos. En la historia personal de Francisco no hay nada pare- Ibid. 24 Ibid. Ibid. Ibid. 27 Mensaje por Radio Vaticana. 222

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