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sía como institución, el Pobrecillo «promete obediencia y reverencia» a la Santa Madre Iglesia. Es algo más que res– peto y adhesión: es veneración y ternura. Y esta veneración pasa a ser una característica sustantiva de su fisonomía de renovador: «Es bien sabido que en los tiempos en que comenzó su testimonio y el de su movimiento, prevalecieron here– jías eclesiales, siempre viejas y siempre nuevas, las cuales, pretendiendo inspirarse en los orígenes, introdu– cían divisiones y cismas, oponían el Evangelio a la Iglesia jerárquica y a su autoridad, y, apoyándose en una inter– pretación subjetiva de la Sagrada Escritura, instauraban un libre examen, al que recurrían ya antes de que se le conociese con este nombre preciso» 21 • Evangelio e Iglesia son «inseparables». El Evangelio ha sido confiado a la Iglesia. Por ello, el testimonio vivo de Francisco conserva hoy toda su vigencia: lo vivió y encarnó «primaria y ejemplarmente» en la Iglesia y con el asenti– miento y el apoyo de la Iglesia. Y éste es el testimonio que debe dar el sacerdote, aquí y ahora, superando la crítica fá– cil y superficial, motivada casi siempre por la falta del pro– pio compromiso: «Francisco fue, por tanto, hombre de Iglesia que vivió de lleno esta triple dimensión: conciencia del pasado, apertura a las exigencias del presente, proyección diná– mica hacia las perspectivas del futuro; y todo ello en el contexto de una vivísima sensibilidad católica» 22 • La actitud eclesial de San Francisco -luminosa, leal y comprometida- puede definirse con una frase que tipifica su personalidad y abarca todo el ámbito de su ordo amoris: Francisco llega a una comprensión profunda de la Iglesia porque la mira con los ojos del amor. Las características de esta actitud son múltiples. Por ejemplo: - psicología de integración y comunión, que crea un clima de armonía y las condiciones favorables para una convivencia estimulante de colaboración, solidari- 21 Ibid. 22 La Iglesia en nuestro tiempo... A los obispos italianos. 221