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cluyente: «acción o contemplación». El programa evangélico es integrador y armónico: «acción y contemplación», a ejemplo de Cristo y del seráfico Francisco. Son como las dos alas del halcón que despertaba a Francisco haciendo ruido con las ramas con la puntualidad de un reloj desperta– dor, pero le dejaba dormir un poco más de tiempo cuando el santo estaba excesivamente fatigado o había pasado la no– che en insomnio. Francisco nos da la solución precisa con su propia vida. No hay que dejar al Señor del trabajo por los trabajos del Señor. Sencillamente, porque el Señor del trabajo «quiere» que yo me dedique a este trabajo. No dejo al Señor porque El va siempre conmigo. No dejo al Señor porque El me lleva de la mano o sobre los hombros como Buen Pastor. El Pobrecillo nos enseña, además, una lección de discer– nimiento. Se ha dicho: «Dime cómo oras y te diré cómo vives». En el fondo es una gran verdad que a·creditan los hechos. Pero también es cierto que no hay mejor criterio para contrastar la pureza de la oración: su densidad, su intensidad, su cali– dad, que la misma vida. En este sentido se puede decir: «Dime cómo vives y te diré cómo oras». No hay -no debe haber- un divorcio entre las creencias y la conducta, entre las actitudes y el comportamiento, entre religión y vida. En conclusión: una vida sacerdotal de plena entrega al Señor y a los hermanos marca la temperatura exacta de la oración. Y una oración intensa y pura marca la temperatura de la ca– lidad sacerdotal. La mejor forma de no «matar el espíritu de la santa ora– ción y devoción» es trabajar «fiel y devotamente», como quería Francisco. Juan Pablo II anota expresamente que Francisco encon– tró la respuesta válida que decidió su opción, también «fun– damental», por la vida apostólica, tras haber consultado a sus hermanos y «orado al Señor»: «Como El había recorrido los pueblos de Palestina in– vitando a la penitencia y anunciando el Evangelio del Reino (Me 1,14-15), igualmente harían Francisco y sus frailes desarrollando un ministerio itinerante de con– tactos, palabras y testimonio en la sociedad de su tiempo. 217