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Evangelio con un radicalismo estremecedor, en una apuesta incondicional: «sin glosa». Su opción por los pobres y margi– nados fue tan auténtica, que lo despojó de todos los bienes terrenos y lo expropió de toda ambición egoísta: se convirtió voluntariamente en «el Pobrecillo», en el «menor». Estamos todos de acuerdo. El buen papa Juan Pablo II peregrina a Asís, al «sepul- cro glorioso de San Francisco», «porque aquí se respira una atmósfera única de purí– sima fe cristiana y de altísimos valores humanos de civili– zación» 1 . El Papa profundiza hasta las raíces más hondas para en– contrar las claves de comprensión de la figura de San Fran– cisco. Peregrina a Asís para confirmar otra vez su «profunda veneración al santo Pobrecillo» y «para meditar sobre esta dimensión ( de peregrinación y 'comunión'), para reflexionar juntos sobre nuestras tareas y nuestros compromisos, y para gozarnos en ellos como en la ,perspectiva de nuestra misión y de nuestra comuni– dad»-. ¿Por qué, precisamente, San Francisco? Porque es una figura entrañablemente querida por todos. Porque su mensaje, su vida y su estilo tienen un gran va- lor de convocatoria. Porque tiene en sus manos todas las claves de la renovación que necesita hoy la Iglesia para el fiel cumplimiento de su misión. Dice el Papa: «Francisco es una de esas raras personas que no es patrimonio exclusivo de una orden, ni siquiera de una iglesia, sino de la humanidad entera. Por eso ante la fi– gura evangélica, entrañable. pacífica y poética del her– mano universal, pocos podrán quedar indiferente:;». «La figura de Francisco, pauper et humilis, se impone todavía hoy por encima de los límites geográficos de esta tierra suya». 1 El mensaje de San Francisco. Al pueblo de Asís (12/IlI/1982). 2 La Iglesia en nuestro tiempo y el ejemplo de San Francisco. A los obispos italianos en asamblea extraordinaria. en Asís (12íIII/1982). 210
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