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«YO, FRANCISCO, EL PEQUEÑO HERflrfANO VUESTRO... » «Por eso, la vida de San Francisco se ha insertado de modo tan singular en la historia del Reino de Dios sobre la tierra. Después de ocho siglos, esta inserción parece tan actual, tan convincente, como en los siglos XII y XII!: este hombre, que amó a Dios sobre todas las cosas, a los hombres y a todas las criaturas a medida del bien que les es propio, nos habla incesantemente con la verdad interior de toda su existencia, de toda su vida y de su voca- ción)). JUAN PABLO Il, en el «Ange/us» (4-X-1981). «Todos le queremos». «No sé qué tiene San Francisco, pero lo cierto es que su figura te deja esponjado el corazón, es un hombre que ins– pira confianza y te da ánimos para seguir luchando por Dios y por las almas». «En fin, lo que está claro es que lo que nos hace falta es un San Francisco. Todo esto lo arreglaba San Francisco ... » Es un fenómeno curioso y reconfortante. Es el testimonio de un sacerdote con muchos años de vida sacerdotal y de gran experiencia pastoral. Se le veía gravemente preocupado por los problemas de estos tiempos difíciles. Estaban sobre el tapete las graves preguntas que se hacen hoy los sacerdotes responsables: la planificación del apostolado, las exigencias de nuestro tiempo, la revisión de vida, actitudes y comportamientos, identidad, etc. Fue una salida espontánea: «Lo que nos hace falta es un San Francisco». Estamos de acuerdo. San Francisco significa la síntesis de nuestros ideales más consistentes y amados. San Francisco ha anticipado y vivido los valores que encuentran más sensibilizada la conciencia del hombre contemporáneo: la libertad, la igualdad, la fra– ternidad, la paz. Ha hecho una opción fundamental por el 209

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