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cio de la cruz, es una «prenda de la gloria futura», de la re– surrección con Cristo: «Pero no es necesario caer en el equívoco de la inma– nencia histórica y terrena: es necesario pasar a través de la historia para alcanzar la vida eterna y gloriosa: paso fatigoso, difícil, ambiguo, porque debe ser meritorio. Jesús, pues, está vivo, presente en nuestro camino coti– diano, para ayudarnos a realizar nuestro verdadero des– tino, inmortal y feliz» 8 • Por la Eucaristía, Cristo nos une a su destino, compar– tiendo nuestra suerte en la vida terrena y en la eternidad: «Este cuerpo estuvo sometido a la pasión y a la muerte. Ha compartido la suerte terrena del hombre des– pués del pecado original. Esta sangre fue derramada para sellar la Nueva Alianza de Dios con el hombre: la alianza de gracia y de amor, la alianza de santidad y de ver- dad» 9 . . Encarnación, pas1on, cruz, Eucaristía son momentos clave en el misterio del Redentor que subyugan la mente del cristiano y deciden su destino temporal y eterno. La Euca– ristía es la síntesis impresionante de todos ellos. Recor– damos que este cuerpo verdadero ha nacido de María Vir– gen, que padeció y murió en la cruz por salvarnos, que nos amó hasta la muerte, que se entregó por nosotros, que en– tró en nuestra historia y en nuestra vida para redimirnos y darnos ejemplo de vida: 8 Ibid. «La Eucaristía, sacramento del cuerpo y de la sangre, nos recuerda sobre todo esta muerte que Cristo sufrió en la cruz; la recuerda y, en cierto modo (es decir, in– cruento), renueva su realidad histórica. Lo testifican las palabras pronunciadas en el cenáculo separadamente so– bre el pan y sobre el vino, las palabras que, en la institu– ción de Cristo, realizan el sacramento de su cuerpo y de su sangre; el sacramento de la muerte, que fue sacrificio expiatorio» w_ 9 El Corpus Christi. Homilía en la plaza de San Juan de Letrán (17 /VI/1979). 10 La sagrada Eucaristía. Audiencia general (13/VI/1979). 7. •-Sacerdotes para el m,o 2000 193

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