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«¿Quién soy yo? ¿Qué se exige de mí? ¿Cuál es mi identidad? Es ésta la angustiosa pregunta que más fre– cuentemente se plantea hoy el sacerdote, ciertamente ex– puesto a los contraataques de la crisis de transformación que sacude al mundo. Vosotros, carísimos hijos, no sentís, ciertamente, la necesidad de haceros esas preguntas. La luz que hoy os invade os da una certeza casi sensible de lo que sois, de aquello para lo que estáis llamados. Pero puede suceder que encontréis mañana a hermanos en el sacerdocio que, en medio de incertidumbres, se pregunten sobre su pro– pia identidad. Puede suceder que, adormecido y distante el primer fervor, lleguéis también vosotros un día a inte– rrogaros. Por eso, yo quisiera proponeros algunas re– flexiones sobre la verdadera fisonomía del sacerdote que sirviesen de poderosa ayuda para vuestra fidelidad sacer– dotal. Ciertamente, no encontraremos nuestra respuesta en las ciencias del comportamiento humano ni en las estadís– ticas socio-religiosas, pero sí en Cristo y en la fe. Interro– garemos humildemente al divino Maestro y le pregunta– remos quiénes somos, cómo quiere El que seamos, cuál es, ante El, nuestra identidad» 2 • La comprensión de este destino y su encarnación entra– ñable en la vida convierte al sacerdote en un testimonio co– herente, en un reclamo constante de Dios y de los valores del espíritu. Este testimonio orienta a los hombres hacia Dios, que constituye «la meta ineludible de vuestra parábola existencial». El sacerdote es, en virtud de su vocación, «cen– tinela en las avanzadas de la humanidad en camino», «mo– delo» en vuestra oración y fatigas, en vuestra alegría y sufri– mientos, en vuestros éxitos y pruebas. Es ya hora de recuperar la figura del sacerdote en su nitidez y grandeza: «En estos años ha habido muchas discusiones sobre la naturaleza del presbiterado y sobre la función que cum– ple éste en la Iglesia. En consecuencia, no pocos sacer– dotes han sufrido una 'crisis de identidad' que ha frenado su entrega. Es tiempo ya de volver a descubrir la gran– deza del don que ha hecho Cristo a la Iglesia con la insti– tución del sacerdocio ministerial. Sobre todo es tiempo 2 El sacerdote: hombre elegido por Jesucristo. Misa en el estadio de Ma– racaná (Río de Janeiro, 2/VII/1980), p.254. 19

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