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mento de la penitencia. Y conforme vayáis testimoniando y alabando la maravillosa acción del Espíritu Santo en los corazones humanos, vosotros mismos os iréis sintiendo llamados a una mayor conversión y a un amor más pro– fundo por Cristo y su rebaño» 8 . La reiteración con que Juan Pablo II se refiere a la con– fesión nos pone sobre la pista de sus convicciones y de su expresa voluntad. No se trata de un tema más o menos im– portante: es decisivo en el ministerio de las almas, para cuya salvación ha querido el Señor la mediación de otras almas y de toda la Iglesia en su trabazón jerárquica. Es una dimen– sión «prioritaria» de la misión apostólica que exige dedicarle la vida entera. El Papa analiza y expone con su agudeza ca– racterística las razones de esta total dedicación: es una práctica multisecular en la Iglesia, está vigente -y lo estará siempre en la Iglesia– la enseñanza del concilio Tridentino acerca de la necesidad de la confesión íntegra de los pecados mortales, está vigente -y lo estará siempre en la Iglesia– la norma paulina y eclesial en virtud de la cual, para la recepción digna de la Eucaristía, debe preceder la confesión de los pecados cuando uno es consciente de pecado mortal, la confesión es una fuerza de capital importancia para santificar a las almas. En este contexto hay que situar su exhortación a los pe– nitenciarios y a todos los sacerdotes del mundo: ,,Deseo decir a los padres penitenciarios y, además, a todos los sacerdotes del mundo: dedicaos, a costa de cualquier sacrificio, a la administración del sacramento de la reconciliación, y tened la certeza de que él, más y me– jor que cualquier recurso humano, que cualquier técnica psicológica, cualquier expediente didáctico y sociológico, construye las conciencias cristianas... » 9 La confesión construye la conciencia cristiana eliminando 8 Homilía en la catedral de Cristo Rey, en Liverpool (31/V/1982). 9 El sacramento de la reconciliación. A la Sacra Penitenciaría Apostó– lica y a los penitenciarios de las basílicas patriarcales romanas (30/I/1981). 182