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gloría solamente en la cruz de Cristo». Es una exigencia de fidelidad y de amor hablar de la cruz, llevarla con santo or– gullo en pos de completar en sus miembros lo que falta al «viacrucis» del Señor. Y esta crucifixión nos enseña «cuál debe ser la actividad generosa del cristiano para que se registre la primavera del espíritu, el reflorecer del bien, el resucitar a la vida nueva con Jesús y en Jesús». La penitencia sacramental es un magnífico aprendizaje de la cruz. Porque implica un compromiso esforzado de re– nuncia y un propósito sincero de enmienda, de ruptura con la mala vida pasada en formulación positiva, levantarse y volver a la casa del para celebrar el banquete de la reconciliación. En rigor, es necesario retomar las grandes realidades ol– vidadas, sin miedo a la impopularidad, y proponer con fide– lidad y audacia las líneas clísicas -es decir, eternas- del Evangelio y de la espiritualidad cristiana. Y proclamar la más bella verdad que está en la base del ser cristiano: somos los discípulos, los seguidores apasionados del Crucificado. La lógica -la divina lógica de la cruz- se impone: «¿Qué renuncias? Renuncia del 'yo', es decir, a tantos caprichos o aspiraciones malsanas; renuncia a los defectos propios, a la pasión impetuosa, a los deseos ilícitos. Ayuno es saber decir un 'no' tajante y decidido a cuanto viene sugerido o solicitado por el orgullo, el egoísmo, el vicio, escuchando a la propia conciencia, respetando el bien ajeno, manteniéndose fieles a la santa Ley de Dios. Ayuno significa poner un límite a tantos deseos, a veces buenos, para tener pleno dominio de sí, para aprender a regular los yropios instintos, para entrenar la voluntad en el bien ... » 1 La confesión individual es evangelización y praxis de esta renuncia. Por eso hay que darle «la mayor importancia» a la hora de programar las actividades apostólicas. Después de insistir en la idea de la Redemptor hominis de que la confe– sión es un «derecho de Cristo a encontrarse con el hombre en ese momento 'clave' de la conversión y el perdón», afirma Juan Pablo II:. «Dad siempre prioridad a este papel específicamente sacerdotal de representar al Buen Pastor en el sacra- 7 La mortificación del cristiano. Audiencia con los jóvenes (21/III/1979). 181

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