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clima, en un talante, en un modo de ser. Es una idea-fuerza que transforma toda su energía en una vida santa que, en el proyecto de vida sacerdotal, incluye la respuesta a una lla– mada divina con plena dedicación a Dios y la total disponi– bilidad al servicio de los hermanos. En el sacerdote, voca– ción y destino se identifican en las profundidades del ser. Y lo aceptas con tanta decisión y entusiasmo, que si mil veces volvieras a nacer, mil veces volverías a consagrarte a Dios y al prójimo siendo sacerdote. No debe existir ni una vacilación, ni la más leve duda so– bre el destino sacerdotal, sobre la identidad del sacerdote. El Papa conoce la trayectoria existencial del sacerdote, la situación de confusionismo e incluso de desconcierto so– bre la razón de ser del sacerdocio. Como el Peregrino de Emaús, se le escapa un velado reproche: «Tal vez en los últimos años -por lo menos en deter– minados ambientes-- se ha discutido demasiado sobre el sacerdocio, sobre la identidad del sacerdote, sobre su valor en el mundo contemporáneo, etc., y, por el contrario, se ha orado muy poco. No ha habido bastante valor para rea– lizar el mismo sacerdocio a través de la oración, para hacer eficaz su auténtico dinamismo evangélico, para confirmar la identidad sacerdotal. Es la oración la que señala el estilo esencial del sacerdocio; sin ella, el estilo se desfigura. La oración nos ayuda a encontrar siempre la luz que nos ha conducido desde el comienzo de nuestra vocación sacer– dotal, y que sin cesar nos dirige, aunque alguna vez dé la impresión de perderse en la oscuridad. La oración nos permite convertirnos continuamente, permanecer en es– tado de constante tensión hacia Dios, que es indispensa– ble si queremos conducir a los demás a El. La oración nos enseña a creer, a esperar, a amar, incluso cuando nos lo dificulta nuestra debilidad humana» 1 . En la misa celebrada en el estadio de Maracaná, Río de Janeiro, vuelve sobre el tema y expone la problemática en toda su complejidad: el sacerdote puede llegar a ser turbado por una dramática angustia interior, puede pasar por una crisis de fervor y de identidad. La única solución razonable para el sacerdote es una respuesta desde la fe: 1 Carta Novo incipiente. A todos los sacerdotes de la Iglesia con motivo del Jueves Santo de 1979, n.10 p.135. 18

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