BCCCAP00000000000000000000341

plaridad-; con la vestidura blanca -gracia, veracidad, au– tenticidad, pureza, alegría-, que hay que presentar al Se– ñor inmaculada; con las lecturas de la palabra divina, que señalan el camino e invitan a vivir santamente? LA CONFESION El sacramento de la penitencia -la confesión indivi– dual- es un espacio fuerte de «evangelización», ya que afecta al hombre en los centros más neurálgicos de su perso– nalidad, en los focos más íntimos de su historia personal, en las raíces vitales de su existencia. El hombre se reconoce pe– cador y llora sus culpas con amargura, pero con esperanza. Está dispuesto a una ruptura drástica con su situación peca– minosa, después de una revisión de vida que ahonda hasta los bajos fondos de la conciencia. Es una situación límite de intensa vergüenza que decide el retorno a la casa paterna con la confesión de sus extravíos: «Me levantaré y volveré junto a mi Padre». El sacramento de la penitencia -la confesión indivi– dual-, administrado con la dignidad exigible, sin prisas, con dedicación, puede convertirse en una catequesis extraor– dinaria de orientación cristiana, de reflexión profunda sobre el pecado, de formación de criterios y actitudes evengélicos. Es un ministerio de capital importancia en el proyecto de vida cristiana, porque supone un encuentro personal, en la más profunda realidad del ser humano, con Cristo, que per– dona y exige la conversión, es decir, el cambio radical de vida. Por otra parte, la confesión individual se caracteriza por su inmediatez. Es una evangelización de hombre a hombre, de alma a alma. Va directamente a la situación existencial y moral de «este» penitente, con sus problemas, con sus pro– pios fallos, con sus pecados concretos, con sus luchas, con sus fracasos, con sus experiencias en los caminos del espí– ritu. Sobre la base de este conocimiento personal es mucho más fácil ir directamente a una terapéutica realista y con– creta. Como decía con gracejo un misionero popular: «En la predicación se levanta la pieza; en el confesonario se cobra la pieza». 177