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El cnstiano está llamado a la santidad. Y para conseguirla tiene que seguir el mismo proceso que hemos delineado al hablar de la santidad sacerdotal. Los puntos básicos de este proceso son los siguientes: 1. El cristiano ha sido llamado a la gracia de la fe en una epifanía de gracia. Dios lo predestinó y lo Uamó para que se conforme a imagen de Cristo. Por el bautismo somos sumergidos en la muerte de Cristo para ser igual– mente partícipes de su resurrección, como enseña el Apóstol. Esta fe es un don de Dios «en» la Iglesia. 2. Soy cristiano «por la gracia de Dios», que me llamó a participar de su propia vida divina. Por la gracia de Cristo, que se ha metido en mi vida, en mi historia, en mi destino de un modo misterioso, pero real, en su encarna– ción. Cristo me ha salido al encuentro y me ha dicho perso– nalmente: «Sígueme». El seguimiento «pronto» de su invi– tación me ha hecho experimentar con una profundidad desconocida que Cristo es Camino, Verdad y Vida. La vo– cación cristiana es el fruto de un amor infinito, ya que Cristo «me amó y se entregó a la muerte por mí». 3. El dinamismo de la vocación cristiana exige una situación permanente de escucha, de consulta a Dios y una dócil entrega a su servicio: «Habla, Señor, que tu siervo escucha». Y una decisión de secundar sus planes con total fidelidad: «Señor, ¿qué quieres que haga?» El cristiano es el hombre de Cristo que está obligado a su santo servicio. 4. Todo lo que se dijo de la conversión al hablar del sacerdocio viene a cuento y debe exigírsele al cristiano, sin recortar en nada sus exigencias, sin rebajas en la de– dicación. El cristiano tiene que convertirse cada día, con una acogida leal y entusiasta de la llamada y un esfuerzo constante por realizar los designios de Dios. Tiene que dedicarse a la oración, tiene que vivir en gracia, tiene que dar testimonio de su fe y presentarse siempre como testigo «creíble», tiene que ser víctima con Cristo en la cruz del deber conyugal, de la ejemplaridad en el trabajo, en la santificación del sufrimiento, en la preocupación por sus semejantes ... Porque, en definitiva, el cristiano está llamado a ser 175
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