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Cristo da una respuesta adecuada a todos los interro– gantes que perturban al hombre contemporáneo: «En Cristo y por Cristo, Dios se ha revelado plena– mente a la humanidad y se ha acercado definitivamente a ella, y al mismo tiempo, en Cristo y por Cristo, el hom– bre ha conseguido plena conciencia de su dignidad, de su elevación, del valor trascendental de la propia humani– dad, del sentido de su existencia» 12 . El hombre se arrodilla con reverencia y proclama con profundo agradecimiento su amorosa fe en la encarnación del Verbo, que viene a compartir la humanidad y el destino histórico de los hombres como redentor y salvador: Et Ver– bum caro f actum est. Lo recuerda Juan Pablo II en Roma, al explicar a los jó– venes el sentido de la Navidad: «Jesús ha nacido para cada uno de nosotros, para cada hombre, para cada muchacho y muchacha, incluso aunque no lo sepan ni estén enterados; ha nacido para amarnos, para salvarnos, para enseñarnos el sentido ver– dadero de la vida. Por ello mantened siempre viva la ale– gría de la Navidad, que es una alegría inmensa, interior, sobrenatural. Esta es la alegría que os auguro para ahora y para siempre» 13 . La actitud del cristiano ante el misterio conmovedor de la Encarnación es de ferviente acogida de la persona de Cristo y de su mensaje salvífico. En el mesón del corazón tiene siempre el creyente morada, hospedaje y comunión. para Jesús bendito y una ofrenda para presentar al Niño– Dios: 12 Ibid. «Aceptar el mensaje de Jesús como definitivo y deci– sivo porque es divino. Jesús es el Verbo encarnado, es la 'Palabra de Dios' hecha hombre para comunicar la Ver– dad, para revelar, para iluminar a la humanidad entera sobre sus designios eternos. Jesús es la luz; no se puede prescindir de El» 1 .¡. " El verdadero semído de la Navidad. A los muchachos de Acción Ca– tólica (22/XII/1979). 14 Ibid. 170

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