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«REDEMPTOR HOMINIS» La antropología cnstlana responde «adecuadamente» a todas las preguntas sobre el hombre, no en abstracto, sino en su dimensión concreta, «histórica» y personal. Es una vi– sión realista sobre el origen del hombre: viene de Dios, por creación. Su ser «por Otro», su ser «creatura» identifica su personalidad para siempre. El hombre, en lo más profundo de su ser y en todas las vicisitudes de su existir, está reli– gado ontol6gicamente al Dios-Creador. Dios es el principio fontal, el medio existencial v la razón última del ser creado. Como decía San Pablo: «E'n El nos movemos, existimos y somos». Dios no se desentiende de su criatura. Sigue influyendo en el hombre mediante una presencia esencial de poderosa fuerza y de amor. Esta presencia es ac– tual e imprescindible y se ejerce mediante la conservación en el ser, que es una prolongación del poder creador de Dios. El hombre, por tanto, no ha sido arrojado al mundo por el azar o por un destino fatalista, sino puesto «providencial– mente» -paternalmente- por Dios en la tierra para domi– narla, para formar la familia humana y para perfeccionar el mundo con su inteligencia, con su arte, con su trabajo, con su destreza. La vida en la tierra es una «peregrinación hacia el Señor» hasta la muerte. El hombre tiene un alma inmor– tal y está destinado a vivir eternamente. La muerte no es un túnel sin salida, sino que abre las puertas de la resurrección. La muerte no es «algo» que acontece, es alguien -Cristo resucitado-- que viene, que nos sale al encuentro. El cris– tiano comparte el destino del Resucitado. Son verdades incuestionables para un cristiano. Son certezas de fe, fundadas sobre la roca inconmovible de la palabra divina, que es decir garantizadas por el mismo Dios. La antropología cristiana se desenvuelve en el ámbito de Dios-Creador y recobra su plenitud en la encarnación del Verbo. La Iglesia posee, gracias al Evangelio, la verdad so- 163
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