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De esa v1s1on «manipulada» de los falsos humanismos provienen los fenómenos de verdadero cuadro clínico que presenta el hombre contemporáneo: esa sensación de miedo, porque el progreso lo aliena y la técnica lo desborda. El hombre se siente «instru– menta!izado» por el sistema, en función de un rendi– miento y de unos balances puramente financieros. Es como un robot dirigido y explotado al servicio de inte– reses materiales. Se olvida o se margina su condición de persona irrepetible y se conculcan sus derechos; la desproporción entre el progreso y el desarrollo de la civilización y el desarrollo de la moral y de la ética. Es un fenómeno de «gigantismo» que produce inquie– tud e invita a una reflexión seria: es un corpachón de atleta con una mentalidad infantil. Es como la estatua orgullosa de los pies de barro, que acaba por desmo– ronarse con estrépito; - frente a tan claras declaraciones sobre los derechos humanos, la triste realidad de su conculcación a nivel personal y colectivo, con procedimientos que estreme– cen por su brutalidad y resentimiento: «Esta dignidad es conculcada, a nivel individual, cuando no son debidamente tenidos en cuenta valores como la libertad, el derecho a profesar la religión, la in– tegridad física y psíquica, el derecho a los bienes esen– ciales, a la vida... Es conculcada. a nivel social y político, cuando el hombre no puede su derecho de parti– cipación o es sujeto de injustas e ilegítimas coerciones, o sometido a torturas físicas o psíquicas. etc.» 15 15 En Puebla. 162

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