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carne, es una «metatentación» que destruye radicalmente al hombre y lo sepulta en los fondos sombríos de la nada. El texto de Juan Pablo II es tajante: «La tentación actual, sin embargo, va más lejos (casi se podría decir que es una 'metatentación'); va 'más allá' de todo cuanto, en el transcurso de la historia, ha consti– tuido el tema de la tentación del hombre, y manifiesta, al mismo tiempo, se podría decir, el fondo mismo de toda tentación. El hombre contemporáneo está sometido a la tentación del rechazo de Dios en nombre de su propia hu– manidad. Es una tentación especialmente profunda y especial– mente amenazadora desde el punto de vista antropoló– gico, si se considera que el mismo hombre no tiene otro sentido que el de imagen y semejanza de Dios» 8 • Y lo más triste del caso -y lo lamenta el Papa- es que «estas formas modernas de la tentación del hombre, que toma al hombre como absoluto, afectan también a la comu– nidad de la Iglesia, conviertiéndose igualmente para ella en formas de tentación, y buscan así separarla de la autorreali– zación a que está llamada por el Espíritu de Verdad, preci– samente a través del Concilio de nuestro siglo». Es un hecho trágico, ante el cual es preciso reaccionar con discernimiento, con clarividencia, con valentía y a tiempo. Porque «por una parte, nos encontramos frente a la amenaza de la ateización 'sistemática' y, en cierto modo, 'forzada' en nombre del progreso del hombre; pero, por otra parte, hay aquí también una amenaza, en el interior de la Igle– sia: consiste en querer, de múltiples maneras, 'confor– marse al mundo' en su aspecto actual 'de evolución'» 9 • Esta visión del hombre contradice radicalmente las ense– ñanzas de Cristo y las constantes de la doctrina tradicional, ratificada por la Iglesia en nQestro tiempo. El hombre es imagen de Dios, ha sido elegido y llamado por su nombre para participar en el misterio salvador de Cristo, el Verbo encarnado. Es, por tanto, 8 En /ssy-les-Moulineaux. 9 Ibid. 157

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