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EL HOMBRE «Finalmente, el progreso de la cultura está unido, en definitiva, al crecimiento moral y es– piritual del hombre. Porque es por medio de su espíritu como se realiza el hombre en cuanto tal. Para ello hay que tener una visión del hombre integral. Por eso la Iglesia siente la responsabilidad de defender al hombre contra ideologías teó– ricas o prácticas que lo reducen a objeto de producción o de consumo; contra las co– rrientes fatalistas que paralizan los ánimos; contra el permisivísmo moral que abandona al hombre al vacío del hedonismo; contra las ideologías agnósticas que tienden a desalojar a Dios de la cultura». JUAN PABLO II, Discurso a los universila– rios y a los hombres de la cultura, de la investi– gación y el pensamiento, en la Universidad Complutense. Madrid. Cualquier programa que se defina «humanístico» tiene que dar razones válidas y aportar pruebas creíbles sobre el hombre «concreto», «histórico», irrepetible, que vive, actúa y va a realizarse en nuestro mundo. No se toleran las abstrac– ciones, ni en las preguntas --se trata de ser o no ser hom– bre- ni en las respuestas. Se exigen respuestas claras, no am– bigüedades o enigmas de esfinge que hay que adivinar. Hay que responder a las preguntas clásicas de un modo convincente: ¿Qué es el hombre? Dar una respuesta total a todos los interrogantes que preocupan a un hombre serio y sensato: origen -de dónde vengo-, destino --qué hago en la vida, que es preguntar en profundidad por el sentido de la vida, por la razón de ser última de la vida- y fin -adónde voy, qué me espera más allá de las fron– teras del tiempo, en la eternidad. 153

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