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calificada como a la que se opondría otra Iglesia «popular», «que nace del pueblo» y se concreta en los po– bres. Juan Pablo II sale al paso de esta tergiversación dolorosa en el encuentro con el Consejo Episcopal Latino-Americano en Río de Janeiro: «No es aceptable la contraposición que se hace a veces entre una Iglesia 'oficial', 'institucional', con la Iglesia-comunión. No son, no pueden ser realidades sepa– radas. El verdadero creyente sabe que la Iglesia es pue– blo de Dios en razón de la convocatoria en Cristo y que toda la vida de la está determinada por la perte- nencia al Señor. un 'pueblo' elegido, escogido por Dios» 24 • Estamos contristados por los «criterios» y «sistemas», por las «formas» y «medios» que falsifican el contenido evangélico de la verdadera liberación y ofrecen otras formas «distantes» y hasta «reñidas con el compromiso cristiano». Las palabras del Papa son de una nitidez absoluta, por– que se trata de dar una recta concepción cristiana de la libe– ración: «La Iglesia no necesita, pues, recurrir a sistemas e ideologías para amar, defender y colaborar en la libera– ción del hombre,,. « ... La Iglesia defiende la liberación cristiana, que 'usa medios evangélicos' con su peculiar eficacia, pero des– carta de plano la violencia, la dialéctica de la lucha de clases, la praxis y el análisis marxista, con lo cual con– cluye en un vaciamiento de la dimensión trascendental de la salvación cristiana» 25 . Estamos apesarados por las «herejías eclesiales, siempre viejas y siempre nuevas», que pretenden enfrentar temera– riamente el Evangelio a la Iglesia jerárquica y a su autori– dad, introduciendo divisiones y cismas. Pues, en el fondo, con el pretexto de retorno a los orígenes, se trata de impo– ner una interpretación subjetivista, algo así como un libre examen que destruye el sentido eclesial. 24 Al Consejo Episcopal latino-americano, en Río de Janeiro (2/VII/1980). 25 Ibid. 151
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