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- en las sociedades comerciales que acumulan los aprovisionamientos para encarecerlos artificial– mente, mientras los pobres pasan necesidad y pe– nuria 20 . La Iglesia tiene el derecho y el deber de intervenir, sobre todo, cuando se conculcan los «derechos humanos», que son inalienables e intransferibles: el derecho a la vida, a la libertad y a la seguri– dad de la persona; - el derecho a los alimentos, al vestido, a la vi– vienda, a la salud, al descanso y al ocio; - el derecho a la libertad de expresión, a la edu– cación y a la cultura; el derecho a la libertad de pensamiento, de con– ciencia y de religión, y el derecho a manifestar la propia religión individualmente o en común, tanto en privado como en público; - el derecho a formar una familia y a todos los va– lores familiares: amor, entrega, sacrificio, casti– dad, respeto a la vida, trabajo, educación, sere– nidad, alegría; - el derecho de participación en la vida pública y en la gestión del bien común; - el derecho de la juventud a un trabajo remune– rado, a una formación profesional y cultural que les capaciten para llevar una vida digna y no ser presas fáciles de la droga o de la delincuencia; el derecho a una información veraz y justa, con– tra la manipulación de los mass-media, la pre– sión ideológica, la presentación parcial y torcida de la verdad, la pornografía; el derecho a asociarse libremente en sindicatos para defender los intereses propios de la profe– sión. Y concluye Juan Pablo II con una ratificación de su «compromiso apostólico», de promoción humana del hom– bre «integral». De todo el hombre, en cuerpo y alma. De todos los hombres: 20 Discurso a la Asamblea general de las Naciones Unidas, en la sede de la ONU (2/X/1979). Discurso a la Curia romana, en los años 1979, 1980, 1981 y 1982, que se citan con reiteración. 149

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