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la gracia que El ha traído al mundo desde el seno del Padre; - mediante la Palabra, con la que ella continúa procla– mando al mundo el 'alegre anuncio' de la salvación a través de los contactos, del diálogo y, sobre todo, de la evangelización; mediante el testimonio de la vida de sus miembros en el despliegue orgánico de todos los estados de vida, que como la levadura impregnan la masa inmensa de la sociedad» 13 . Junto a esta misión específica de impostación espiritual, la Iglesia de hoy tiene una particular sensibilidad «histórica» y se preocupa intensamente por todos los problemas auténti– camente humanos. Debe existir una justa proporción entre la «verticalidad» y la «horizontalidad»: no hay «horizontali– dad» auténticamente evangélica sin la «verticalidad», y vice– versa. En este sentido, el programa de Juan Pablo II es tan am– bicioso, tan gigantesco, que ha causado la admiración del mundo, aun de los no creyentes. En el umbral de este pro– grama de acción figura una «declaración» de base: 146 Ningún campo, ninguna parte de la familia humana es extraña a la Iglesia; ninguna le resulta indiferente, desde el momento en que el Verbo de Dios se ha hecho hom– bre, entrando como miembro, a todos los efectos, en la humanidad» 14 . Por ello ... «se siente impulsada por el afán de llegar a todos los sec– tores representativos del mundo de hoy en la tierra: desde la convivencia internacional a la paz y cooperación entre los pueblos; desde la vida social y política a la fami– liar; desde los problemas del trabajo y la economía, de la cultura y del arte, a los medios de comunicación» 15 . Por ello ... el Papa lleva consigo por todas partes «la conciencia de la fraternidad universal de todos los hombres, en cuyo 13 A los cardenales y Curia romana (23/XII/1981). 14 Ibid. 15 Discurso a la Curia romana (28/VI/1980).
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