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tora que su persona ofrece; sin hacer patentes las ri– quezas del ideal sublime que su seguimiento comporta; porque no llegamos a mostrar una convicción he- cha vida acerca valor estupendo de nuestra entrega a la causa eclesial que servimos» 8 • «CREO EN LA IGLESIA, QUE ES UNA, SANTA, CATOLICA Y APOSTOLICA» Creo en la tal como la fundó el divino Maestro. Creo en todo lo que cree y enseña la Santa Madre Iglesia. La amo tal como es: el «hoy» presente y santificador de Cristo. Y en esta fe y este amor quiero vivir y morir santa– mente. Me siento santamente orgulloso de ser hijo fiel de la Iglesia. Quiero aceptar y cumplir sus normas con la adhe– sión total del entendimiento y con plena y cordial sintonía de vida. Prometo obediencia y reverencia al Papa, el Cristo bueno en la tierra, en el sentido, con el alcance y todas las consecuencias que quería el Pobrecillo de Asís. Y creo en la Iglesia y amo a la Iglesia: porque la Iglesia es Cristo «hoy»; porque me da a Cristo, el Hijo de Dios porque me da su palabra, su cuerpo y su sangre en las dos mesas: el Evangelio y la Eucaristía; porque en su seno fui hecho hijo de Dios por el bautismo, testigo de Cristo por la confirmación; - porque de ella recibo la reconciliación con Dios, Padre misericordioso, en el sacramento del per– dón; - porque he tenido el alto e inmerecido honor de ser llamado para servirla, representarla y procla– marla como ministro suyo; - porque es mi Santa Madre. La Iglesia nace de la respuesta de fe que damos a Cristo. Y ¿qué es la Iglesia? Juan Pablo II nos da algunas definiciones, llenas de ma– tices expresivos, y nos recuerda otras de gran solera tradi– cional: º Ibid, 142 «El Señor la instituyó como comunidad de vida, de caridad, de verdad (LG 9) y como cuerpo, 'pleroma' y
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