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ministerio la centralidad absoluta de su umon personal con Jesús, el hecho de ser compañeros suyos» 20 . Este planteamiento es menos usual, pero encierra una virtualídad enorme que esponja el corazón del apóstol, muy sensibilizado, por lo general, a los «riesgos» de la acción pastoral. En el fondo, es fácil llegar a una dicotomía, cuando no a una contraposición, entre vida espiritual y mi– nisterio, como si la acción hiciera peligrar la unión con Dios. Todo lo contrario, hay que llegar a la integración ar– mónica entre oración y apostolado, entre la acción y la con– templación. Ciertamente, el ejercicio del ministerio es el modo con– creto de realizar la misión, cuyo programa y exigencias se han visto a plena luz en la intimidad con Dios. Y no tiene por qué ser menos intensa esta intimidad cuando se realiza que cuando se planifica. Es también un dato de experiencia sacerdotal: en el púlpito, en el confesonario, en la conviven– cia con la gente sencilla de los pueblos se siente con una in– tensidad extraordinaria lo que significa realmente «ser sacer– dote» y lo que el pueblo de Dios «espera» de sus ministros, que es, en definitiva, lo que el mismo Dios quiere y tiene derecho a exigir. Es, por tanto, una consecuencia lógica dentro de las perspectivas de la fe: la práctica del aposto– lado forma y madura al propio apóstol. Para que el apostolado sea camino de perfección y prác– tica de la santidad hay que ejercerlo en un ambiente pro– fundo de fe, con una purísima rectitud de intención reno– vada cada día, con una confianza absoluta en la ayuda de Dios, con una fidelidad entrañable al designio salvífico del Señor y con ideas muy claras sobre la propia identidad. Lo expone bellamente Juan Pablo II en su carta Novo incipiente: «Nuestra actividad pastoral exige que estemos cerca de los hombres y sus problemas, tanto personales y fami– liares como sociales, pero exige también que estemos cerca de estos problemas como sacerdotes. Sólo entonces, en el ámbito de todos esos problemas, somos nosotros mismos. Si, por lo tanto, servimos verdaderamente a estos problemas humanos, a veces muy difíciles, entonces conservamos nuestra identidad y somos de veras fieles a 20 En Filadelfia ( 4/X/1979). 131

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