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- Que se han difuminado las exigencias del compro– miso sacerdotal con una creciente «laicización» en las formas de pensar y de vivir. Que el testimonio sacerdotal, al perder autenticidad, transparencia y espiritualidad, ha perdido también su irresis– tible eficacia. - Que las ideas, las actitudes y el comportamiento en torno al grupo han creado -hacia dentro- un clima de confusión, de tensiones, de alarma y de tristeza. Que se ha resquebrajado en algunos la fidelidad al compromiso -jurado ante Dios, ante la conciencia, ante la Iglesia y ante el pueblo- y han venido los abandonos dolo– rosos ... Estamos tristes, buen papa Juan Pablo, por todo esto. Bien es verdad que la crisis ha dado relieve al sacerdote ejemplar, culto y celoso que ha permanecido firme -y nos ha contagiado su firmeza- en las horas de prueba... Ha sido un proceso orquestado y dirigido con toda clase de si– nuosidades, calumnias y atropellos contra los mejores. Han hecho mofa en la plaza pública y en los antros del sanedrín -¡como entonces!- contra hombres sin tacha, sacerdotes ejemplares y celosos, porque querían ser de una pieza, sin claudicaciones ni rebajas, sacerdotes. Sacerdotes de cuerpo entero, a cuerpo limpio, sin califi– cativos empobrecedores. De verdad, hemos sufrido mucho. Ya estábamos un poco cansados, un poco abatidos, un poco tristes... Y el Peregrino de Dios nos ha levantado el ánimo con su doctrina, con su voz, con su gesto, y nos ha entusiasmado con la vivencia transparente y gozosa de la propia identidad sacerdotal. Es una invitación a dar el testimonio que el mundo espera en esta hora crucial del mundo, a corto plazo, con urgencia y apremio, porque ya se van a oír en el reloj de la historia de la humanidad las campanadas del año 2000. Y la Iglesia -recuerda el Papa- «no puede retra– sarse». ¿Por qué estáis tristes? Y ha empezado a explicarnos por el camino, con seguri– dad, con equilibrio y con intrepidez, lo que esperan y exigen del sacerdote hoy, aquí y ahora: DIOS (Sagradas Escrituras): LA IGLESIA (Tradición y Magisterio); EL MUNDO (Signos de los tiempos); EL PUEBLO DE DIOS (Sensus populi christiani). 13
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