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CELIBA SACERD TAL «El alma de esta entrega es el amor. Por el celibato no se renuncia al amor. a la facultad de vivir y significar el amor en la vida; el corazón y las facultades del sacerdote quedan impregnados con el amor de Cristo para ser en medio de los hermanos el testigo de una caridad sin fronteras». JUAN PABLO II. Homilía durante la ceremo– nia de la ordenación sacerdotal celebrada en el paseo de la Alameda, de Valencia. En su carta Novo incipiente -dirigida a todos los sacer– dotes de la Iglesia con ocasión del Jueves Santo de 1979-, Juan Pablo aborda expresamente el «problema» del celibato sacerdotal. Es un planteamiento preciso de horizontes abiertos que abarca desde los elementos antropológicos, so– ciológicos e históricos del tema hasta los aspectos específicos que configuran al sacerdote en su dimensión evangélica y eclesial. «Tal reflexión se ha demostrado necesaria», afirma Juan Pablo II. ¿Por qué? - Porque el celibato ha sido abiertamente «contes– tado» dentro de algunos sectores desacralizados como una «imposición» legal por parte de la Igle– sia. - Porque el espíritu «liberal» ha llevado a la crítica contra la «institución» hasta extremos realmente inaceptables por su falta de respeto y de mesura. Se ha dicho que el celibato es «inoportuno», que impide la realización de la persona. incluso que aten ta a los derechos humanos del sacerdote y, en concreto, a su libertad. Porque se han difundido opiniones ambiguas so– bre el celibato al amparo de interpretaciones ex- 113
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